MIS COSAS FAVORITAS


He caminado y caminado. Estoy exhausto y me siento en una banca de la Plaza Yungay. Miro los niños jugar, los borrachos en el pasto, el roto chileno mirando hacia el cielo. Y pienso: hay que asumir las noches negras que zapatean al comienzo de esta avenida, concebir todos los recovecos de la historia, pañuelos que ondean en la madrugada. Las amadas descalzas a esta hora son historias que no brotan, como la breve tierra de las aceras. Se hace de noche y es esta oscuridad la que permanece abrazada al telón del propio deseo. No hay manubrio, se ha perdido el timón. La vida cruda de la irresolución eterna. Nada está seguro, todo porvenir es un disparo a lo lejos. No se puede arrancar: Darás tumbos como un estilo de baile, me digo al observarme en los espejos de las fuentes de soda.

Mejor no hacer planes, todo lo que vendrá será una poema de Leonard Cohen. En esta esquina no hay bromas ni silbidos de ciego, solo microbuses que casi atropellan al atravesar la calle. Ser traspasado por amores inconclusos que encontraron un poema debajo de la cama. Camino abrazado a una chaqueta sucia por apoyarme en las paredes. Cada pasaje tiene un precipicio y un rouge marcado con sangre en las murallas de mis sueños. Creo haber visto estas imágenes en los espejos de los taxis mientras los árboles escapaban de estos pensamientos. Vengo saliendo de los tugurios y me veo a lo lejos reflejado en los almacenes, tengo algunas monedas en los bolsillos, nada genial que merecer. Sólo historias de madrugada que hablan de fatales sucesos, la resaca de alguna protagonista que arranca de esta bondad malformada. En fin, colecciono desamores como un filatelista oscuro que duerme en los tejados y resbala por las canaletas.

La destreza del pintor pareciera ser una imagen de la esperanza: luego de pincelar todo futuro, se abren los caminos de una supuesta felicidad. Pero tomo los colores y los guardo con llave. Prefiero una vida en blanco y negro, aun sin los matices del magenta. Y retomo esta película, ¿En dónde íbamos? Sí, vamos a ver la luna por la ventana, alguien está allá esperándome. Vuelven las conversaciones de cuarto como un sinnúmero de daguerrotipos que permanecen en un armario, hablando de eso que se acaba de desvanecer. Lo bueno de perder es volver a apostar. Pero la vida se trata de otra cosa. La vida se trata de otra cosa parecida a ese pasaje silencioso que enmarca esta escena de caminatas o a la brisa fresca que entra por aquella rendija. Mejor tomar un café en el “Sol Inn” a esta hora de anotaciones en servilletas en donde también podría estar jugando un partido de ajedrez con la muerte.
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Podría estar escribiendo un libro que hablara de mi arrabal mientras cae una lluvia miserable. Seguir soñando despierto como el taciturno sonámbulo de mi diario de vida. O también podría, simplemente, estar mirando el cielo acostado de espaldas en la línea del tren. Con los ojos encandilados en la mitad de la vía. Pensando, en mis cosas favoritas.

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