SUEÑA UN PEQUEÑO SUEÑO


Todo podría ser hermoso, como la ropa tibia y planchada que entrega una lavandería. O como el perfume de una tarde primaveral o un beso de improviso. Todo podría ser como una vida asentada, ese amor tan seguro, la mascota que llega corriendo. La ciudad es hablada en los celulares y los automóviles y las personas son parte de lo torrente y sanguíneo. Tomo mate, y cada sorbo es un tsunami que inyecta el gen disociado. Todo un corazón disléxico partiendo hacia la muchedumbre.

Y entonces sueño, la máquina funcional de la mente crea sin vergüenza realidades múltiples que parecen ser la realidad, pero que no lo es, y a veces lo es y no lo es al mismo tiempo, cuando sabemos que estamos soñando pero de igual modo dejamos abierto el grifo de la imaginación. Imaginar una vida plena, con objetivos, metas, todas esas exactas y matemáticas idioteces que generan un vínculo con la sociedad. Esa vida tangible que es un cronograma analítico sin azar ni casualidades. Entonces, si nos ofrecieran la pócima del sueño, esa de la película Abre los ojos de Alejandro Amenábar, si nos ofrecieran vivir una vida, un sueño comprado que sucede tal cual lo añoramos, pero que no es real, pero parece, y no te das cuenta, y funciona, a cambio de una vida terrible y desfigurada. Si existiera esa posibilidad, solo quedaría negarse a ello como se niega a un pastel el chef obeso de un restaurant. Los sueños funcionan solo como eso, como un sueño inequívoco, lúdico, fragmentado y sutil. Como un juego eterno de paletas en la playa, cuando todos sabemos que comienza a enfriar la noche, y hay que abrigarse y subir.

Es así como soñar será estar cerca de algo y no estarlo, tocar y no tocar, estar tan lejos y tan cerca, que es mejor no iniciar el cambalache insistente con la realidad. Todo lo que se sueña podría ser real, pero al ser real, deja de ser oculto y titilante, y comienza a ser nombrado, con todo lo que perjudica y tropieza. Será mejor no nombrarlo, no decir, esquivar, adolecer, ya que las palabras son acciones y provocan acontecimientos. Una vez pronunciadas, no puedes retirarlas dice el protagonista de la novela Intimidad de Hanif Kureishi. Intimidad, esa profunda estancia que puede salvarte de desaparecer, esa relación que supone confianza, arraigo y cuasi plenitud, ese momento previo al desvarío, ese inminente ocaso de quien no estará mas cerca de la torcedura. En la intimidad, sucede la charla del trasnoche líquido y sangriento, los abrazos en blanco y negro, el exacto minuto en que el entorno desaparece. Soñar en una intimidad mínima, el bien y el mal juntos en la misma escena.

Pero soñar también será estar en un estado de añoranza que no sirve mucho a esta altura de la niebla. Tú puedes ser un sueño, yo puedo ser un sueño. Es preferible la realidad y transformar ese sueño, si se quiere, en una realidad ensoñadora, una escena de cuarto con los rayos de sol entrando por las cortinas, escuchando alguna canción de The Birthday Party, saltando en la cama elástica de este circo multicolor, y de pronto el tango, y los bailarines de tango en medio de la calle, y la gente saliendo de sus casas, y los automóviles deteniéndose y toda la luna con sus cachos hacia arriba y esa estrella fugaz que me mira y se ríe y ese tango que ahora es milonga y las piernas y los brazos y la danza que no termina y así, piantao piantao, loca ella, loco yo, saltando y teniendo una convulsión y de pronto no saber si todo esto es realidad. Y es realidad, es la fina y caustica realidad. Y despierto, y todo era un sueño en donde yo estaba pidiendo un menú en el restaurant, pero estaba acostado en el suelo, pidiendo mi almuerzo desde el suelo, sin levantarme ni saber por qué no podía levantarme, como ese video de Radiohead que no sé como se llama, y de pronto no llega mi pedido y me levanto, me marcho, me voy a Las Cruces, Cartagena o San Antonio, algún lugar del litoral central. Y despierto. Estoy soñando que sueño. Estoy despertando dentro de un sueño en donde sueño que estoy despertando. Estoy solamente pensando en la azotea de un edificio en llamas. Y despierto. Despierto nuevamente. Y ahora estoy caminando por el Barrio Gótico de Barcelona, y hace frio, y escucho un instrumento musical extraño, como una campana en el suelo, extraño, extraño, y hay alguien que me busca pero yo no se que me busca, solo intuyo, quizás aparece detrás de las escaleras, y no encuentro a quien me busca y despierto y estaba soñando y ya no sé que es soñar y que es despertar. Despierto, esto no es un sueño, esto no es un sueño, mil veces esto no es un sueño. Y despierto. Un espejo roto en el suelo. Una mano tibia en mi rostro. Un fantasma tras la puerta. No se si es realidad. O quizás sólo un niño que grita a lo lejos y que me despierta. Un salto en el precipicio del silencio. Aquí, atascado en un pequeño sueño, como una espada en una roca.

Comentarios

Molina dijo…
"Just" ese es el nombre de la cancion de Radiohead...