EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS
Puede ser que esta ilustración de Goya refleje ciertas nimiedades propias de este día que acontece en la ciudad. Un día nublado, como me imagino, es el actual clima en mi interior. Sentir, siempre será el enemigo del pensar, pienso (¿o siento?). Y quizás, el extravío de la razón produce caos. Perder la razón también nos podría llevar a ese estado maravilloso de la novedad placentera, al asombro virgen de la aventura.
Sólo los maravillosos viven cosas maravillosas, los demás ven casas, puertas, ventanas. En una conversación virtual, hablo de esto con mi amiga la poeta y músico Natalia Molina. Me cuenta de su decisión de dejarse llevar por la intuición y perder esa razón que nos limita. Y también me cuenta que estos seres en estado maravilloso podrían ser los beautiful loser de los que habla Leonard Cohen. Tarde o temprano uno se hace estas preguntas, sobre todo gente como nosotros que no paramos de pensar. El sueño de la razón produce otros sueños, millares de sensaciones parecidas al desconcierto, millares de lechuzas que pretenden atormentar ese estado perpetuo de sanación. No pensar sería una hazaña parecida al rescate de un suicida.
Entonces, si siguiéramos esas sugerencias de Goya, debiéramos pensar en evitar esos monstruos, contrayendo una alianza única con lo fortuito, con el secreto de los caminos sin recorrer. Transformarnos en ese vagabundo del dharma que no comulga con el patinaje de la planificación. Dejarse llevar, como hoja seca de lago, puede ser la vitamina esencial que espante esta enormidad que, necesaria y hermosa, no debe ser administrada en altas dosis fulminantes. El padecer ese sueño intenso, tampoco será la promesa oscura de los bosques. Una dulce osadía, será encontrar la sombra y acariciarla, como se acaricia un juguete de infancia.
Y mientras camino por la plaza de mi barrio, atardece. Este nublado día desea despedirse y todas las impresiones se detienen por un segundo. La imagen de Goya desaparece de a poco, como una foto polaroid. A esta altura, no se piensa ni se siente. Cierro los ojos y respiro. De pronto, soy el balancín solitario que se deja llevar por el viento.
Sólo los maravillosos viven cosas maravillosas, los demás ven casas, puertas, ventanas. En una conversación virtual, hablo de esto con mi amiga la poeta y músico Natalia Molina. Me cuenta de su decisión de dejarse llevar por la intuición y perder esa razón que nos limita. Y también me cuenta que estos seres en estado maravilloso podrían ser los beautiful loser de los que habla Leonard Cohen. Tarde o temprano uno se hace estas preguntas, sobre todo gente como nosotros que no paramos de pensar. El sueño de la razón produce otros sueños, millares de sensaciones parecidas al desconcierto, millares de lechuzas que pretenden atormentar ese estado perpetuo de sanación. No pensar sería una hazaña parecida al rescate de un suicida.
Entonces, si siguiéramos esas sugerencias de Goya, debiéramos pensar en evitar esos monstruos, contrayendo una alianza única con lo fortuito, con el secreto de los caminos sin recorrer. Transformarnos en ese vagabundo del dharma que no comulga con el patinaje de la planificación. Dejarse llevar, como hoja seca de lago, puede ser la vitamina esencial que espante esta enormidad que, necesaria y hermosa, no debe ser administrada en altas dosis fulminantes. El padecer ese sueño intenso, tampoco será la promesa oscura de los bosques. Una dulce osadía, será encontrar la sombra y acariciarla, como se acaricia un juguete de infancia.
Y mientras camino por la plaza de mi barrio, atardece. Este nublado día desea despedirse y todas las impresiones se detienen por un segundo. La imagen de Goya desaparece de a poco, como una foto polaroid. A esta altura, no se piensa ni se siente. Cierro los ojos y respiro. De pronto, soy el balancín solitario que se deja llevar por el viento.
Comentarios
Vamos, sigue al viento, será mejor.
No, no sufro
sólo estoy
padeciendo las cosas del mundo.
R.
Ariel
Libertad!
Te saluda
natalia
QUE SE REPITA!!