No suelo, en esta suerte de libreta de apuntes donde registro lecturas, comentar o referir libros de poesía. De un conjunto de cuentos o de una novela uno podrá observar estructura, espesor en los personajes, estilos, qué se yo. Pero en un poema no hay ley. Hasta la gramática y la ortografía son opcionales. Me queda grande la poesía. Sin embargo he de referirme acá a un libro de poesía. Y lo haré siguiendo el único pie forzado que me he impuesto siempre a la hora de comentar un libro (o una obra de teatro o un disco, etc.), esto es: que haya algo a destacar en él, que haya algo que me haya gustado o conmovido. Mi premisa es: si no tienes nada bueno que decir, mejor calla. De ahí que cuando un libro me gusta mucho lo recomiendo con entusiasmo adolescente, incluso más allá de los argumentos serios o formales. A fin de cuentas toda “crítica” es, elementalmente, subjetiva. Entonces lo primero es decir que este libro de poesía me encantó. “Estética de la lluvia” de Raúl Hernández,