IRSE ES MORIR UN POCO
Desaparecer, marcharse, irse. “Decir adiós es crecer”, dice Gustavo Cerati en su canción Adiós . Pero crecer es imperecedero y fatal, bien lo saben la araucaria y las casas antiguas. Estirar ramas o maderos podrá ser una concreción hacia un absoluto inocuo, pero demacrante. ¿Por qué no despedirse hacia adentro? ¿Un infra adiós? ¿Una salida por la puerta trasera? J.D. Salinger luego de escribir sus libros El guardián entre el centeno y Nueve cuentos decidió hacerse a un lado y desaparecer, ocultar sus formas, pero no sus letras. El precio no importa, lo que importa es la lejanía impuesta de forma aplicada, asumiendo la exacerbación llevada al límite, espantando a los visitantes con tiros de escopeta. ¿Y por qué despedirse? La obra, por sí sola, no responde a esta pregunta, y queda tendida en la hamaca de la historia, zigzagueando frente al viento de las bibliotecas. Juan Luis Martínez habla de la imagen velada del autor. La desaparición del poeta en pos del limpio aullido de la obra.