SEUDÓNIMOS DE LA MUERTE
Me entero de la muerte de Millán, como un mal trago de ron. Estoy en un cité y me dicen que ha muerto. Si bien ya sabía de su enfermedad terminal, un pasaje oscuro se apodera de mi estómago. Esta tarde sólo puede rimar con el frío viento de la lluvia. Y entonces recuerdo. Me inscribí al taller de poesía que Gonzalo Millán impartía en la Corporación Cultural Balmaceda 1215 en el año 2000. Un taller de percepciones y más bien lúdico, de donde surge posteriormente la antología: “Los Hijos del Robot”, publicada por el mismo taller. Luego de la lectura final, los talleristas y el poeta asistiríamos a un bar del Barrio Matucana, muy cerca de la Quinta Normal. Éramos tan jóvenes y era bueno preguntar. Luego, al año siguiente, comenzaría mi “capacitación” con él. Me inscribo al taller que imparte en el Centro Cultural de España y me hago alumno por dos años consecutivos (2001 y 2002). En este taller supe aprender dos cosas claras: el “asunto” de la autocrítica y la cita, como cuestión de ense